La manzanilla silvestre
Pocas plantas hay que resulten tan agradables en su apariencia y aroma en el campo y al mismo tiempo puedan producir tan pocas apetencias a la hora de tomarlas en infusión como la manzanilla. Es curioso cómo podemos encontrar tanto personas aficionadas a esta bebida, a la que encuentran agradable de tomar, como personas que detestan tan sólo oler el aroma de una infusión con sus flores.
En cualquier caso si que es un delicia encontrar plantas de manzanilla en el campo. Son de baja altura, por lo general no superan los 50 cm, y forman unos tapices poco densos de flores, como margaritas pequeñas, que tienen un aroma mucho más suave y más fresco que el de un sobre de infusión, que para mi gusto (u olfato) pierde mucha de su gracia natural cuando se desecan las flores, intensificándose un aroma en los ramos colgantes de manzanilla que en infusión suele perder calidad.
Las flores de la manzanilla tienen unas cabezuelas o receptáculos de color amarillo, regordetes, de forma más o menos cónica, que en el contraste con los pequeños pétalos de color blanco logran un efecto de luminosidad muy llamativo.
Su periodo de floración se puede extender desde finales de primavera hasta bien entrado el verano.
Al ser una planta de fácil cultivo, y de uso frecuente, se la puede encontrar en casi cualquier tienda. Esto no debería de ser impedimento para quienes quieran disfrutar cultivándola.
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